En el confinamiento
El aburrimiento tiene una primera fase incómoda, ya que al cerebro le gusta estar entretenido. Pero una vez superada esa fase, se pone en acción y desarrolla nuevas ideas para distraerse.
Coaching educativo y familiar:
Comprender el aburrimiento:
Justo en estos momento, el aburrimiento puede parecer algo muy superficial. Y sin embargo, tiene una enorme importancia. Necesitamos mantenernos san@s emocionalmente y creativ@s para afrontar los cambios y en muchos casos, reinventarnos.
En estos últimos años hemos cambiado la forma del “valor personal”. Antes se decía: “tanto tienes, tanto vales”. Ahora sin darnos cuenta, hemos cambiado el tener por el hacer. Nos han enseñado que “el tiempo es oro” y el ocio está mal visto. Hay que hacer algo, lo que sea, antes de caer en el “infierno del ocio”: redes sociales, correo, tele, videojuegos, móvil…
Es un momento muy difícil. Y aunque el mundo ahí fuera parece haberse parado, la realidad dentro de casa es muy diferente. L@s que tenemos suerte, podemos teletrabajar desde casa, hacer de cociner@s, atender a nuestros hij@s, convertirnos en profes incluso de educación física. Limpiar, ejercer de monitor@s de tiempo libre, arreglar aquellas cosas de casa para las que nunca teníamos tiempo, e incluso encontrar un momento para hacer ejercicio y tratar de mantenernos emocionalmente estables, sin tener siquiera un momento de evasión.
Nuestr@s hij@s tampoco lo están pasando bien con esta situación. Tienen un montón de tareas que requieren más esfuerzo que en el colegio o en el instituto y el movimiento en casa no ayuda a la concentración. Y ya no digamos si comparten espacio con herman@s mayores o más pequeños. Además, necesitan actividad física en espacios abiertos. Tod@s, adult@s y niñ@s necesitamos parar, algo a lo que no estamos acostumbrados y que resulta desagradable.
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao, afirman que a los pocos segundos de guardar el móvil, experimentamos sensación de vacío.
Coaching educativo y familiar:
Experimentar el vacío. Permitir la emoción
Permitir la emoción: Donde hay vacío, espacio, pueden entrar cosas nuevas. Lo primero que aparecerán son las emociones incómodas: quizá la culpa, por no hacer nada o no invertir el tiempo en nosotros mismos .Quizás sean los miedos de todo tipo: por ejemplo, la incertidumbre laboral, la falta de seguridad y control o la tristeza. Y más todavía en esta situación, donde empezamos a valorar ciertas cosas que antes nos parecían seguras: la salud, un abrazo de nuestros padres, o la libertad.
L@s niñ@s también sienten incertidumbre, miedo y tristeza: los días se hacen largos y no saben cuándo podrán salir a jugar, volver a clase o ver de una vez a sus amigos, a los que echan mucho de menos. (Estos temas emocionales, conviene abordarlos en familia desde la vulnerabilidad y la aceptación).
Si nos damos permiso para sostener ese vacío y atender, ver, atravesar y aceptar sin juzgar esas emociones difíciles, en lugar de esconderlas debajo de cualquier actividad… nos llenaremos de poder personal: aparece la tolerancia a la frustración, la resiliencia y el autoconocimiento.
Coaching familiar y educativo:
Experimentar el vacío. Abrirse a la creatividad
Abrirse a la creatividad: El aburrimiento es la antesala (según los expertos) de la creatividad. Las mejores ideas surgen cuando no hacemos nada. En momentos de ocio nuestro cerebro entra en contacto con la parte inconsciente, selecciona recuerdos olvidados y puede conectar ideas dispares que se convierten en momentos “¡Eureka!”.
También pueden aparecen nuestros deseos más íntimos, gustos, preferencias o incluso nuestros sueños. Y esto nos puede reconectar con talentos o fortalezas personales quizá ya olvidados, o descubrir otros que nos puedan potenciar en esta nueva etapa. Al hilo de esto, comparto una frase que escuché hace años. Decía algo así como “estaba tan ocupado trabajando que no tenía tiempo a pensar cómo generar abundancia ”
Para Peter Toohey, profesor de la Universidad de Calgary (Canadá), autor del libro “Boredom: A lively history”, el aburrimiento es un mecanismo evolutivo. En otras palabras, un cerebro aburrido no está en reposo, sino en constante búsqueda de estimulación. Remitiéndonos de nuevo a Álvaro Bilbao, “cuando un niño no tiene ni un minuto para estar aburrido, su cerebro no aprende a jugar consigo mismo” Por el contrario, niños de entre 3 y 5 años que experimentan el aburrimiento, desarrollan una mejor tolerancia a la frustración. Según los mismos estudios que cita Bilbao, cuando tienen 18 años sacan mejores notas.
El aburrimiento tiene una primera fase incómoda, ya que al cerebro le gusta estar entretenido. Pero una vez superada esa fase, se pone en acción y desarrolla nuevas ideas para distraerse. No se trata de no hacer nada todo el día, pero permitirnos un tiempo de desconexión es muy necesario en este momento y no rescatar a nuestros hijos/as del aburrimiento, permitiendo que sean ellos los que encuentren las respuestas, los convertirá en personas más tolerantes a la frustración y más creativas, lo que genera un beneficio, no solo a corto plazo.